En apareciencia, cuando una persona fallece, el cuerpo carece de vida; sin embargo, hay excepciones y por razones científicas, algunas partes siguen funcionando.
Cuando una persona atraviesa por el proceso de la muerte, experimenta una serie de cambios físicos naturales de esa etapa. Las funciones vitales comienzan a debilitarse hasta quedar paralizadas al 100%, cambio que ocurrirá de manera paulatina y aunque no lo creamos, ocurre en la mayoría de los casos sin dolor.
Es normal que pensemos que tras el fallecimiento, el cuerpo permanece inerte, lleno de quietud y serenidad; sin embargo, cuántas veces no hemos escuchado historias de personas que aseguran haber presenciado movimientos o ruidos procedentes de cadáveres que le han sacado un gran susto a más de uno.
Ahora que los zombies han cobrado nueva vida y está de vuelta en el imaginario pop contemporáneo, es interesante preguntarse qué tan posible es vivir más allá de la muerte. Y sin alcanzar sesudas especulaciones metafísicas, quizá nos baste con saber que hay ciertas funciones corporales que se mantienen incluso después de que se declare la muerte de una persona.
En este mensaje te presentamos la ruta inercial que puede seguir el cuerpo sin importar que haya llegado al supuesto límite de la vida.
1. Crecimiento de uñas y cabello. Este proceso no sucede de manera literal. Lo que ocurre, es que nuestro cuerpo está compuesto de agua en un 70% y cuando morimos, se da un proceso de deshidratación, mismo que provoca que la piel se retraiga y "encoja", lo que da la impresión de que el cabello y uñas crecen, pues ahora la raíz queda al descubierto.
2. Actividad cerebral. Al detenerse el corazón, las células del cerebro comienzan a batallar entre sí en una búsqueda frenética por el poco oxígeno y nutrientes que quedan una vez que la circulación sanguínea se interrumpe; esta lucha encarnizada dura hasta que provoca daño cerebral irreparable. Esta actividad podría continuar por horas e incluso días hasta que poco a poco, cada una de estas células se va apagando en un efecto tipo dominó.
Sin embargo, con las drogas apropiadas administradas en el momento justo la actividad cerebral podría mantenerse intacta durante varios días sin depender de la actividad cardiaca.
3. Regeneración de piel. Las células de la piel pueden seguir funcionando de manera habitual después de muertos. A diferencia de otros sistemas, la dermis es capaz de seguir regenerándose debido a la sangre y temperatura del cuerpo.
4. Orinar. Recordemos que la expulsión de la orina se lleva a cabo por medio de los esfínteres, músculos cuya actividad aprendemos a regular cuando somos niños, programando nuestro cerebro para que ejecute el comando solo cuando así lo decidimos. O casi. Cuando una persona muere sufre la relajación de todo el tejido muscular y con estos el esfínter que regula la salida de los desechos líquidos, por lo que es normal la expulsión de orina.
5. Defecar. Aquí la situación es más o menos la misma que en el punto anterior, debido a la relajación de ciertos músculos, salvo por una complicación: los gases propios de los procesos digestivos ayudan a salir a los últimos detritos de nuestra vida.
6. Digestión. En nuestro cuerpo habitan una serie de microorganismos que intervienen en el proceso de la digestión.
Éstos pueden permanecer vivos, a pesar de que todo nuestro organismo haya dejado de vivir y continuar con sus funciones, siempre y cuando encuentren alimento en el estómago que procesar. Mientras haya vida (aunque no sea la tuya), hay digestión. Con la ausencia de oxígeno, éstos también perecerán.
7. Erección y eyaculación. Pues sí, después de morir podría ser posible echar un último polvo y quizá incluso procrear un hijo. El corazón se detiene y con él la bomba que mantenía circulando la sangre, provocando que ésta se estanque en las zonas más bajas de nuestro cuerpo. Un muerto de pie o recostado boca abajo llevaría una buena porción de su sangre al pene, provocándole, con un poco de suerte, una buena erección. En cuanto al final feliz, el proceso es un tanto más complicado, pero no imposible: algunos tipos de células musculares se activan por iones de calcio y después de activadas, las células gastan su energía intentando expulsar dichos iones. Al exhalar el último aliento las membranas celulares se vuelven más permeables al calcio y las células dejan de destinar tanta energía para deshacerse de los iones, así que los músculos se contraen.
Este es el proceso que explica el rígor mortis pero también podría provocar una eyaculación. En suma, la eyaculación puede darse por la contracción de la vesícula seminal que podría expulsar estos líquidos.
8. Movimiento muscular. Hay ocasiones que de todo el organismo, el sistema nervioso puede prolongar su vida, lo que provoca que éste envíe señales a la médula espinal, provocando espasmos así como distensiones de algunas partes del cuerpo. También habrá movimientos cuando éste se relaje por completo. Así que la muerte no es impedimento para que algunos músculos sigan moviéndose.
9. Vocalizar. Ya hablamos de aquellos microorganismos que habitan en nuestro cuerpo que cumplen ciertas funciones en el aparato digestivo. Cuando morimos, la actividad de estas bacterias se acrecenta, lo que genera una serie de gases que finalmente buscarán salir del organismo. La traquea se vuelve una de las salidas principales, por lo que es normal que algunos muertos "se quejen, gruñan" o hagan otro tipo de sonidos guturales; los cuales se deben, a que dichos gases tienen que pasar por un conducto contraído por el rígor mortis.
10. Dar a luz (parir). Se han documentado casos en que una mujer embarazada muere y al poco tiempo su cuerpo expulsa al feto, un fenómeno al que se le dio en llamar “nacimiento en ataúd” (coffin birth), una curiosa imagen que reúne ambos extremos de una vida. Parece un cuadro propio de una ficción literaria o cinematográfica de tintes neogóticos o románticos, pero su explicación científica también tiene que ver con la relajación de los músculos y el incremento de los gases internos, combinación que termina por empujar hacia afuera todo lo que haya al interior de un cuerpo, así sea del tamaño de un bebé.